Todo lo profundo necesita una máscara
F.W. Nietzsche
Existen instantes, momentos, que hacen que nuestras vidas den un giro, cambien, se transformen irremediablemente. A veces, haciéndonos crecer, volar; otras, sin embargo y a nuestro pesar, nos asientan con más fuerza en lo terrenal.
Quizás la fugacidad de una mirada perdida, que no encuentra en que ojos detenerse, reconocerse, sujetarse…
Un olvido no esperado.
¿Quién soy?
¿Quién eres?
Sonrisas perdidas que no satisfacen un reencuentro.
¿Eres tú? No te reconozco.
¿Se puede vivir con ese dolor de la ausencia?, ¿podemos seguir nuestro camino e ignorar el sufrimiento ajeno? ¿Alzar el vuelo de nuevo y olvidarnos?
¿Sientes como te abrazo?
¿Sabes quien soy mamá?
Desciendo cada vez más abajo, sin detenerme, la sensación de caída es irremediable.
He de sujetarte, abrazarte, quererte, alimentarte, bañarte…
Estoy aquí, he vuelto.
¿Aún no me reconoces? Soy yo.
Hay otra mirada junto a la nuestra, nos observa, observa este reencuentro, no actúa, pero es profunda, sincera, cómplice. Es ella quien luego nos sacará del anonimato, y hará que sus imágenes hablen por ti, por mi, por toda esa gente que vive un día a día de entrega y sacrificio, demandando una ley de dependencia que no se aplica, ¿o es que acaso piensan que podemos ser autosuficientes?
Imágenes sin dramatismos, de una ternura que embriaga el sentir y nos conmueven con una intensidad que hiere el alma, exponiendo una realidad diaria de una enfermedad desgarradora, lacerante, donde el olvido lo es todo.
¿Aún no me reconoces?
Por las noches sí retomo el vuelo, soy otro, Je est un autre , como diría Rimbaud . El espejo me devuelve toda la fantasía, el color, la luz de otra realidad. Una realidad ficcionalizada llena de lentejuelas, maquillaje y oropel. En la que me permito traspasar los límites, exhibirme con euforia narcisista, elevando a carcajada los anhelos de autenticidad que me rodean.
Reinterpreto mi papel jugando descaradamente con los signos indumentarios, morfológicos y gestuales, abriendo nuevas posibilidades de reconfiguración del imaginario cultural. Cuestionando mi identidad a quien me observa.
Un juego simbólico en el que me permito alzar el vuelo desestabilizando cualquier planteamiento binario de oposición: ser/parecer, verdad/mentira o realidad/simulacro. Extendiendo conscientemente junto a mi vuelo, el principio de incertidumbre, aboliendo los límites, haciendo visible la pérdida de cualquier principio referencial.
¿Soy el que te hace reir?
¿Te divierte?
¿Una apariencia?
Quizás me pueda permitir parafrasear a Walter Benjamin, y su predicción sobre una humanidad convertida en espectáculo de sí misma, donde la alienación es tal, que permite vivir la propia destrucción como un goce estético.
Un público entregado aplaude cada noche la superficialidad de mi otra realidad fantaseada, edulcorada, intentando al acabar seguir teniendo fuerzas suficientes y no decaer emocionalmente para atenderlas a la mañana siguiente.
¿Quién soy?
Quizás tus imágenes puedan decírmelo.
Imágenes que capturabas en silencio, paciente, cercana. Entraste en la privacidad de nuestras vidas, haciendo visible lo invisible. Lo cotidiano, lo doméstico, el cansancio, la ocultación, la rutina, el dolor, el abatimiento diario, enseñando mi propia vulnerabilidad; al igual que mi capacidad de lucha y sacrificio por amor, como muchos otros que están en mi misma situación. Intentando hacer de cada día, un día especial, único, memorable, sin perder nunca la sonrisa. Estaba ella, Antonia, mi madre, por la que dejé todo, pero también mi hermana Carmen, con un gran retraso mental y sus pobres piernas atrofiadas que no le permitían ponerse en pie.
Hace tiempo que ella nos dejó, Antonia, mi madre. Durante siete años estuve ahí, a su lado, incansable, entregado, aún queda su olor en la alcoba y unas imágenes, las tuyas, sus últimos retratos, que me la devuelve al observarlas, y soy consciente en cada momento del valor simbólico de la imagen, y de su poder.
“La fotografía sólo adquiere su valor pleno con la desaparición irreversible del referente, con la muerte del sujeto fotografiado, con el paso del tiempo. “ Roland Barthes
La ayuda a la dependencia nunca llegó, Canarias encabeza la lista en cuanto al retraso de la aplicación de esta ley. Quizás este contundente y valiente acto de denuncia de Sara Yun, finalista del Certamen Descubrimientos de Photoespaña 2011 sirva para concienciarnos y hacernos ver que «la fotografía no puede cambiar la realidad, pero sí puede mostrarla» Fred Mc Cullin
En memoria de Antonia. (D.E.P 1930-2011)
Blog: Sara Yun
Galería de imágenes de la conferencia: Conferencia Sara Yun «Detrás de la máscara»
Raquel Zenker