El abismo no nos divide
el abismo nos circunda
W. Szymborksa
Observamos el entorno en busca de respuestas. Sin saber las preguntas emprendemos el viaje como un recorrido por los lugares del hombre, que se presentan a través del paisaje. La mirada precede al conocimiento, tiende a sustraer sentimientos, la acción nos transporta a un momento determinado, a una abstracción de la naturaleza descubriéndola como un paisaje.
El descubrimiento obra con pausa, sin precipitación, registrando el conocimiento en capas individuales distintas unas de otras. Accediendo a nuestro interior con intensidad, grabando en una superficie lapidaria sus registros, ordenándolos. La mirada ausente se cruza con la naturaleza revelando espacios metafóricos, que reflejan el conocimiento de las sensaciones del individuo.
Las fotografías potencian esos espacios, los sustraen y afianzan a la realidad, amplificándolos. Desnudan al espectador y lo precipitan a situaciones extrañas pero en ningún momento desconocidas, “las imágenes fotográficas tienden a sustraer sentimientos de lo que experimentamos de primera mano, y los sentimientos que despiertan generalmente no son los que tenemos en la vida real. A menudo algo perturba más en la fotografía que cuando lo experimentamos realmente” que nos diría Susan Sontag.
Estamos todos esperando a que ocurra algo. Es un momento de suspenso.
En este trabajo hago un recurrido por el grupo de sensaciones que se suceden en los momentos de cambio en mi cartografía personal. Dos hechos biográficos marcar el comienzo del proyecto. Esta serie nace en esa situación.
Utilizo aquí el paisaje desde un punto de vista romántico, siguiendo el deseo de domesticarlo en mi beneficio, encontrando un interlocutor conciso. Analizo la sensación cuestionando el modelo identitario de lo que soy. La desaparición de aquellos registros hace poner en duda mi mirada, no encontrar donde apoyar el discurso. En determinados momentos nuestras observaciones se tornan interiores, para decretar estados de ánimo o momentos de la consciencia. En algunos de esos momentos podemos llegar a pensar que nuestra soledad como individuo es manifiesta. Buscamos la proyección, la sombra, el reflejo, para poder encontrar una compañía certera, fiel, veraz.
Investigamos las sendas de las miradas perdidas. Esas miradas atrapadas en el infinito, en el shock post-traumático, en una realidad paralela que suele ser indescifrable y ambigua para el resto de los videntes, que intentamos con nuestros ojos llegar a ese rincón esquivo en el que los personajes se encuentran. Es en ese lugar donde la tragedia, los deseos, las ilusiones y las derrotas se entremezclan, se confunden, pierden profundidad de campo y tan solo el silencio y el tiempo, es capaz de recolocarlos en su lugar.
Lugares dominados por el paisaje; espacios de la mirada para quedar atrapada, cautiva, raptada. Es en ese secuestro del ver, el lugar en el que el espacio se modifica hasta convertirse en un territorio de introspección, por ello la mirada y la consciencia busca una proyección, un reflejo, con el que poder encontrar la compañía de la soledad manifiesta de los protagonistas de estas fotografías.
Jose J* TORRES