Siempre y cuando acudimos a una exposición y tenemos la oportunidad de acercarnos a una imagen fotográfica, por cualquiera que sea la sensibilidad que alberguemos, nos transmite algo, esa imagen activa una sensación en nosotros, una emoción, un pensamiento, una reflexión…De ahí, que la atmósfera, la sensación y sobretodo el contexto hacia donde fui guiado al contemplar las imágenes de Monique, dentro del proyecto Wonderland, fuera el romanticismo, aunque también podía entrever otros aspectos.
La pintura del Romanticismo Alemán es un arte que se funda con un carácter muy marcado por la influencia de la obra «Sobre lo sublime» del escritor griego Longino, rescatada en el Renacimiento. Uno de los temas capitales en la historia del arte y la filosofía.
Para Longino, la obra de arte bella persuade, convence, se dirige a la razón, aunque podamos discrepar; en cambio, una obra sublime tiene grandeza, no depende de la forma, prescinde de opiniones, se dirige más al interior, a una actitud psicológica. Según Longino, hay cinco caminos distintos para alcanzar lo sublime: “grandes pensamientos, emociones fuertes, ciertas figuras de habla y pensamiento, dicción noble y disposición digna de las palabras”. Lo sublime corresponde según Longino al último estadio del amor platónico, en el que no se ve la belleza, sino que se sumerge en ella, se está en un “océano de belleza”.
Monique, en sus inicios, muestra imágenes que nos enseñan desde su fotografía una mirada actual de lo sublime, al más puro estilo de la pintura Romántica alemana, con sus temas bien definidos y reconocibles, como la relación de la naturaleza, con paisajes duros, enigmáticos y desafiantes al ser humano. Pero poco a poco Monique empieza a usar esta capacidad de transmitir sensaciones con tal naturalidad que se sale de los temas clásico de la pintura Romántica, casi los rompe, los transforma para alcanzar otros registros y enriquecerlo, para resolver necesidades propias de la artista. En donde la relación del hombre y la naturaleza es distinta, ya no es este tema en sí, mas bien lo que se plantea es acerca de la naturaleza del interior del individuo. Aquí no interesa la visión de la naturaleza, e incluso de las ruinas, como amenaza o desasosiego, sino que es casi todo lo contrario, se convierte en el escenario que recrea y simboliza un mundo interior idílico y en equilibrio. Lo realmente enigmático para ella es ese mundo que trata de desenmarañar y descifrar, sus sentimientos.
Los temas que toca, no solo los aborda desde el miedo y lo dramático, sino también lo hace desde los sueños, la fantasía, o su Wonderland. Temas en los que no se adentraron los pintores románticos alemanes. Ella lo alcanza a través de la sensibilidad, desde la luz, la transparencia y el movimiento de sus vestidos en su naturaleza idílica. Este recorrido comienza desde la transformación de un agua que antes aparecía como cascadas descontroladas, hacia láminas de agua tranquilas y reposadas, donde la vegetación además de seca y hostil, también aparece verde, fértil, cálida y amable. Y lo hace, a mi entender, con buen criterio porque en el concepto más puro de Longino, es más amplio, lo sublime es hacer sentir sensaciones en el espectador y que nos sumerja en la experiencia de los sentimientos. Porque lo sublime se puede lograr en más sensaciones y sentimientos, tantos como una persona pueda sentir y expresar, no solo desde el dolor y el miedo. En este sentido ella ha sido capaz de llevarnos a través de sus sensaciones cotidianas de su vida como la perdida, la presencia, lo femenino, el recuerdo de la infancia y la niñez, entre otros.
Con esta capacidad y logros Monique Hoffman se presenta como una artista que investiga y evoluciona uno de los temas capitales de la historia del arte y la estética “lo Sublime” haciéndose un referente importante dentro de él, en la escena del Arte Contemporáneo. Con gran valor y riesgo al abordar temas que en principio no parecen ser los más oportunistas en el panorama contemporáneo, pero que lo hace siguiendo su instinto e intuición, como ya hicieran los alemanes al tomarlo del Renacimiento y estos a su vez de los griegos, porque este valor es el que nos sirve a todos de puente para entender al ser humano y sus distintas épocas.
Gracias Monique, para mi es un regalo inmenso, haber conocido a alguien que investiga en el arte y sus sentimientos con tanta sinceridad y transparencia. Es como si pudiera conocer a Friederich. Me siento un privilegiado, yo diría que tienes un futuro prometedor. Animo eres increíble y magnifica, no pares.
A todo esto, aún decir que no es nada en comparación a tu persona, a tu valía y sencillez, habrá quien pueda creer que exagero un tanto, pero quien te conoce sabe de lo que hablo.
Tu amigo, desde un gran cariño y profundo respeto.
Joaquin Luis de Cubero